lunes, 12 de agosto de 2013

Capítulo 1

        Hacía frío, mucho frío. Era uno de esos días invernales en los que lo único que te apetecía era sentarte al lado de un buen fuego a leer con una taza de chocolate caliente a tu lado.
       
        En la academia Vier-Elemente todos los alumnos se habían refugiado en sus habitaciones, al calor de las chimeneas. O casi todos.

        Una misteriosa chica caminaba sigilosamente por los corredores del internado. Parecía nerviosa, como si no quisiese que nadie la viera. Tenía una voluminosa mata de pelo cobrizo con mechas grises y sus ojos verdes resplandecían en la oscuridad del lugar.

         Apretó el paso y giró a la derecha, topándose con un callejón sin salida. Miró a su espalda, inquieta, dudando si actuar o no. Finalmente se mordió el labio y apoyó la mano contra la pared.

        Cerró los ojos con fuerza y, de repente, de sus largos dedos empezaron a salir volutas de humo. La piedra adquirió un alarmante tono rojizo, como si se estuviese sobrecalentando.
       
        La joven abrió de par en par los ojos y se apartó agitada de la pared. En ella se había materializado una imponente puerta de madera desgastada. En el centro había  un signo tallado meticulosamente que mostraba los cuatro elementos esenciales: fuego, aire, tierra y agua.
       
        Ella empujó la puerta con cuidado y esta se abrió con un chirrido. Entró con rapidez y cerró el portón detrás de sí.

        Se encontraba en una amplia sala, decorada acogedoramente. Había cojines esparcidos por el suelo y un gran sillón frente a un fuego casi extinguido.

         La chica se acercó a la enorme ventana por la que entraba un tenue rayo de luz. El cielo estaba completamente nublado, cosa que la entristecía considerablemente. Los árboles se mecían acunados por un viento incansable y devastador. Era un mal día, y ella lo único que quería era irse a su habitación y quedarse acostada hasta el día siguiente. Pero hoy había luna llena, y una oportunidad así no se podía derrochar. Ni siquiera le importaba dejar sin hacer el trabajo de física que les habían mandado. Con tal de estar con Grisam...

        Meneó la cabeza, intentando ahuyentar esos razonamientos. Pero, ¿en qué iba a pensar entonces? Grisam era la única razón por la que seguía allí, Grisam...
       
        - Gina... - dio una voz a su espalda.

        ...estaba detrás suya. Ella se giró alarmada y se quedó mirando fijamente sus preciosos ojos azules moteados con marrón, que escondía detrás de unas pequeñas gafas negras.

        - Hola - dijo Gina sintiéndose acalorada.

        - Que asco de día, ¿verdad? - repuso él con una sonrisa.

        - Cuando sonríes tanto pareces estúpido - rió la joven. Se sentía también reír. Hacía tanto que no se reía...

        Grisam se acercó y la abrazó calidamente. Bueno... calidamente no. Él estaba frío comparado con ella, pero aún así ese contacto la hizo sentir bien. Gina se apartó incómoda y bajó la mirada.

        Se sentaron en el enorme sofá, bastante alejados el uno del otro. Se notaba que estaban felices de encontrarse, las mechas de Gina habían adquirido un tono azul verdoso, pero esta no quería estar cerca de él. No quería sentir nada más que amistad hacia él.


        Se levantó y se frotó los brazos tiritando.

        - Creo que voy a intentar avivar el fuego. Me estoy congelando - le dijo a Grisam.

        Señaló con un dedo la chimenea y cerró los ojos, de la misma manera que lo había hecho para que apareciese la puerta. Pero algo la interrumpió.

        Un fuerte ruido resonó por toda la sala y todo tembló. Gina soltó un grito y corrió hacia la puerta.
  
        - ¿Qué ha sido eso? - murmuró Grisam mientras se levantaba.

        Gina se encogió de hombros y abrió el portón.


        ~REBECA~

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