lunes, 19 de agosto de 2013

Capítulo 3

        Echó una última mirada a la sala y especialmente a Grisam. Éste la despidió con esa mirada de reproche que tantas otras veces había visto y se las apañó para mirarlo desafiante antes de salir para dejar claro una vez más que no era culpa suya.

        Una vez fuera no hacía más que mirar y remirar la puerta, que había decidido por su cuenta que hoy se negaba a desaparecer.


        —Ciérrate maldita puerta —desde luego la paciencia no se encontraba entre las virtudes de Gina—. Uff, te he dicho que te cierres.


        Las mechas de su pelo castaño estaban completamente rojas. Ya estaba a punto de hervir y de intentar derribar la puerta de una patada cuando sintió un escalofrío y vio atónita como el pasillo empezaba a congelarse.


        —No se va a cerrar— dijo una voz traviesa de niña pequeña.    

        — ¿Quién anda ahí?


        Gina pasó la mirada rápidamente del otro extremo del callejón a la ventana sin encontrar a nadie.


        —No se va cerrar — repitió mientras reía satisfecha —, no si yo no se lo permito.


        Encontró el lugar del que provenía la voz, estaba sentada sobre el marco de la puerta. Era una especie de hada en miniatura, no mediría mucho más de quince centímetros. Tenía aspecto de niña, el pelo largo del blanco más puro que Gina había visto jamás y los ojos de un increíble azul celeste. Llevaba un vestido azul marino y aunque  estaba rodeada de hielo iba con los pies desnudos.


        — ¿Esto es una broma? ¿Hadas-Zwerg en la academia?


        Gina cada vez comprendía menos la situación, nada de aquello tenía sentido. Según lo que habían estudiado en la academia, las Hadas-Zwerg vivían lejos, bastante lejos y no solían abandonar sus territorios así como así.
        El callejón estaba completamente congelado, todo estaba recubierto de un hielo plateado bastante brillante. Cualquier otra persona estaría muerta de frío en esas condiciones, aunque por suerte, Gina no era cualquier otra persona. Miró al hada una vez más para comprobar que la miraba divertida.


        —Me gustas chica de fuego, serás tú quien lo haga.


        Aquello no era buena señal, ya conocía bastantes historias de hadas que se divertían gastando bromas y engañando a la gente como para protagonizar una. Además tenía que reaccionar rápido si no quería que su refugio personal fuera descubierto por el resto de alumnos del Vier-Elemente.


        —¿Qué le has hecho a la puerta?

        — El agua no es lo único que puedo congelar querida ­—respondió con una sonrisa con la que Gina se dio cuenta, podría congelar cualquier cosa.


­        Gina ya estaba a punto de perder los nervios y chasquear los dedos para lanzarle una bola de fuego. Faltaba poco para la hora de cenar y los alumnos no tardarían en salir de sus acogedoras habitaciones para dirigirse al comedor.


         — He congelado el tiempo del portón, por lo que no podrá desaparecer si yo no descongelo el tiempo. Lo que quiere decir —dijo como leyendo sus intenciones— que si yo fuera tu no lo haría. Si desaparezco la puerta se quedará al descubierto para siempre y esta sala dejará de ser un secreto.


        Esto era lo último que quería Gina, no iba a permitir que el único lugar en el que se sentía a gusto desapareciera.


        —Necesito un favor — declaró el hada. — Y he decidido que serás tú quien lo lleve a cabo. A cambio yo restauraré el tiempo de tu puerta y te guardaré el secreto.
       

 A Gina no le gustaba la idea de negociar con un hada, sabía perfectamente que nunca te puedes fiar de ellas. También sabía que no puedes engañar a un hada. Pese a todo, no estaba dispuesta a dejar escapar su sala tan fácilmente.


        —Está bien, vamos. Pero haz que la puerta desaparezca.

        —Lo haré, pero has de saber algo. El hechizo que he puesto para camuflar tu puerta es temporal, lo que significa que si en 72 horas no me has dado lo que quiero la puerta volverá a aparecer.

        —Y querida, matarme solo puede traerte problemas — añadió.


        Tocó la puerta con sus diminutas manos, ésta brilló por un segundo y después era un trozo de roca congelada más, como el resto de las paredes.
        El hada salió volando por el pasillo para que Gina la siguiera.



        —Galatea, encantada de conocerte Gina Spark.


~MARINA~

miércoles, 14 de agosto de 2013

Capítulo 2

En situaciones normales, Gina y Grisam se habrían sentido cómodos con todo aquel que entraba en la sala, puesto que sólo ellos dos podían hacerlo. Había habido un par de ocasiones en las que alguien más había entrado allí, pero a elección de los dos adolescentes. 
Pero no esta vez. Seguían de pie, frente a la puerta abierta de la sala sin saber cómo reaccionar. O, al menos, Gina no lo sabía. Estaba claro que Grisam estaba sorprendido por la repentina visita, pero parecía relajado. Actuaba como si no pasara nada, como si aquello fuera solo otra parte de su rutina. Ocultando, como siempre, todas sus emociones.

Era un alumno. Gina lo había visto un par de veces por los pasillos, pero nunca había hablado con él. Tan siquiera estaba segura de saber su nombre.

-Cómo has llegado aquí -dijo Grisam, con su particular manera de insinuar que responder era más una orden que una opción, y sin ningún matiz interrogativo. 

-¿Qué es esto? -quiso saber el chico. -Nunca lo había visto. Es tan... grande. Guau, qué pasada. 

-¿Cómo has llegado? -volvió a preguntar Grisam. 

-Oye, ¿eres nuevo aquí? Nunca te había visto. 

Por primera vez desde que llegó, los dos chicos se miraron a los ojos. Gina los miraba a su vez, y casi podía adivinar lo que pasaba por la cabeza del chico: los ojos que veía, de un extraño color amanecer, reclamaban atención.

-Tus ojos... -dijo el chico rompiendo la conexión visual. 

-Respóndeme -urgió Grisam. 

-Bueno, pasaba por aquí y he visto la puerta. Nunca la había visto antes, así que he entrado. Ya sabes... simple curiosidad. ¿Eres profesor? ¿Me he metido en un lío? 

-No -respondió Gina, mientras para sí pensaba "pero yo sí"-. Pero tienes que irte,...

-Logan.

-Eso. Tienes que irte, Logan. -La chica, al ver que el alumno no se movía, lo apremió. -Ahora.

-Ya, sí, bueno... -Antes de que pudiera decir nada más, Grisam lo había echado. 

Permanecieron unos segundos con la mirada fija en puerta, en silencio, hasta que Gina se dio la vuelta y se dejó caer en el sofá. El chico se colocó delante de ella, con los brazos cruzados sobre el pecho. 

-¿En qué estabas pensando, Gina? ¿Te das cuenta de lo que acaba de pasar? No sé cómo tengo que explicarte que tienes que cerrar el portón en cuanto entres. -La voz del chico seguía sin mostrar estrés, pero Gina sabía que estaba enfadado, y ahora que Logan se había ido, temía que pudiera perder el control.

-Lo he cerrado, ¿vale? Lo hago cada vez que vengo -aseguró. 

-Ya, pues algo pasa, porque él la ha visto.

-¡Puede que sea uno de los elementos! -exclamó la chica, reacia a aceptar que había sido por su culpa. 

-No. Eso es absurdo, lo sabría -razonó él-. Y él también. Por el amor de Dios, si todo lo que se le ha ocurrido decir era que esto es grande, Gina.

-Relájate, ¿quieres? Es un chico que ha entrado por una puerta, nada más.

-Sí, una puerta que acaba de salir de la nada y que nunca volverá a ver. ¿Cómo crees que se tomará eso? 

-Pensará que es un sueño, Grisam.  Es un chico estúpido, como el resto de la gente aquí. 

-Un chico estúpido que ahora sabe la existencia de esta sala y que probablemente se lo haya contado ya a medio internado. 

-La próxima vez que venga no verá nada. Es un simple chico, Dios. 

Grisam guardó silencio y se dejó caer al lado de Gina con un suspiro. 

-Sal -dijo al fin-. Comprueba que ya no se ve desde el otro lado. 

La chica se levantó, y lentamente se acercó al portón para hacer lo que el chico le decía, mientras sus mechas cambiaban de color. 


~ESPERANZA~

lunes, 12 de agosto de 2013

Capítulo 1

        Hacía frío, mucho frío. Era uno de esos días invernales en los que lo único que te apetecía era sentarte al lado de un buen fuego a leer con una taza de chocolate caliente a tu lado.
       
        En la academia Vier-Elemente todos los alumnos se habían refugiado en sus habitaciones, al calor de las chimeneas. O casi todos.

        Una misteriosa chica caminaba sigilosamente por los corredores del internado. Parecía nerviosa, como si no quisiese que nadie la viera. Tenía una voluminosa mata de pelo cobrizo con mechas grises y sus ojos verdes resplandecían en la oscuridad del lugar.

         Apretó el paso y giró a la derecha, topándose con un callejón sin salida. Miró a su espalda, inquieta, dudando si actuar o no. Finalmente se mordió el labio y apoyó la mano contra la pared.

        Cerró los ojos con fuerza y, de repente, de sus largos dedos empezaron a salir volutas de humo. La piedra adquirió un alarmante tono rojizo, como si se estuviese sobrecalentando.
       
        La joven abrió de par en par los ojos y se apartó agitada de la pared. En ella se había materializado una imponente puerta de madera desgastada. En el centro había  un signo tallado meticulosamente que mostraba los cuatro elementos esenciales: fuego, aire, tierra y agua.
       
        Ella empujó la puerta con cuidado y esta se abrió con un chirrido. Entró con rapidez y cerró el portón detrás de sí.

        Se encontraba en una amplia sala, decorada acogedoramente. Había cojines esparcidos por el suelo y un gran sillón frente a un fuego casi extinguido.

         La chica se acercó a la enorme ventana por la que entraba un tenue rayo de luz. El cielo estaba completamente nublado, cosa que la entristecía considerablemente. Los árboles se mecían acunados por un viento incansable y devastador. Era un mal día, y ella lo único que quería era irse a su habitación y quedarse acostada hasta el día siguiente. Pero hoy había luna llena, y una oportunidad así no se podía derrochar. Ni siquiera le importaba dejar sin hacer el trabajo de física que les habían mandado. Con tal de estar con Grisam...

        Meneó la cabeza, intentando ahuyentar esos razonamientos. Pero, ¿en qué iba a pensar entonces? Grisam era la única razón por la que seguía allí, Grisam...
       
        - Gina... - dio una voz a su espalda.

        ...estaba detrás suya. Ella se giró alarmada y se quedó mirando fijamente sus preciosos ojos azules moteados con marrón, que escondía detrás de unas pequeñas gafas negras.

        - Hola - dijo Gina sintiéndose acalorada.

        - Que asco de día, ¿verdad? - repuso él con una sonrisa.

        - Cuando sonríes tanto pareces estúpido - rió la joven. Se sentía también reír. Hacía tanto que no se reía...

        Grisam se acercó y la abrazó calidamente. Bueno... calidamente no. Él estaba frío comparado con ella, pero aún así ese contacto la hizo sentir bien. Gina se apartó incómoda y bajó la mirada.

        Se sentaron en el enorme sofá, bastante alejados el uno del otro. Se notaba que estaban felices de encontrarse, las mechas de Gina habían adquirido un tono azul verdoso, pero esta no quería estar cerca de él. No quería sentir nada más que amistad hacia él.


        Se levantó y se frotó los brazos tiritando.

        - Creo que voy a intentar avivar el fuego. Me estoy congelando - le dijo a Grisam.

        Señaló con un dedo la chimenea y cerró los ojos, de la misma manera que lo había hecho para que apareciese la puerta. Pero algo la interrumpió.

        Un fuerte ruido resonó por toda la sala y todo tembló. Gina soltó un grito y corrió hacia la puerta.
  
        - ¿Qué ha sido eso? - murmuró Grisam mientras se levantaba.

        Gina se encogió de hombros y abrió el portón.


        ~REBECA~

Prólogo


        Somos un grupo de amigas con la idea de poder escribir un libro y poder enseñarselo al mundo. Nosotras nos divertimos escribiendo, queremos mostrar nuestro talento y esta intrigante historia. 
Está lleno de magia, misterio, amistad y por supuesto, está cargada de amor. Un mundo muy distinto al nuestro en el que esperamos que poco a poco, podáis conocerlo y que os adentréis en él, que conozcais a sus personajes, y que descubrais esas pequeñas ideas que se nos pasaron por la cabeza.
Espero que disfrutéis de este misterioso prólogo. Sed libres de comentar.

                                                                    **

En la oscura sala, escondidos en las sombras, dos siluetas encapuchadas mantenían una vívida conversación. El más alto, el que se hallaba encorvado sobre la mesa de piedra sucia y ennegrecida, aún dudaba respecto a sus próximos pasos que el futuro le tenía preparado. Estos le podrían cambiar la vida completamente, sólo que él aún no se lo imaginaba.

—No será muy difícil —aseguró la chica más bajita.

Ella se bajó la capa que le cubría la cabeza, mostrando unos ojos muy luminosos consumidos por el oscuro deseo de su plan. Por el rabillo del ojo, él vio cómo algo plateado brillaba desde el bolsillo de la chica, que trató de ocultarlo rápidamente. Se preguntó qué escondía.

— ¿Pero has pensado en que tal vez…?

—No repliques. Todo saldrá bien Eres el adecuado para hacerlo, nadie más puede. He malgastado mucho tiempo en buscar a alguien con tus cualidades y ahora que te he encontrado, no pienso desperdiciarte. ¿Lo sabes, verdad? Que no se te olvide. Pero él no estaba seguro. Sabía que estaba haciendo lo correcto, que había encontrado a la persona adecuada que le ayudaría. Sólo que esa persona, era mucho más inteligente de lo que pensaba y lo tenía todo controlado. El plan daba miedo, le podrían pillar en cualquier momento si cometía un minúsculo fallo. Confiar en sí mismo no le ayudaría.

Como si ella le hubiera leído el pensamiento, siguió hablando.

—Si te equivocas, nos descubren. Si todo sale como Ella misma lo he planeado, la victoria será nuestra —se alejó varios pasos de la mesa y caminó dando vueltas por la habitación —. Yo estaré supervisando por si ocurre algo, desde lejos. No garantizo que pueda borrar todas las huellas de los errores que cometas, sólo quiero que todo vaya bien. No consentiré que destruyas años y años de pensar de la titiritera por una simple tontería.

— ¿No sería más fácil que lo hicieras tú?

—Querido, ¿quieres vengarte o sólo te gustaría quedarte mirando? Si te echas hacia atrás, perderás la oportunidad de tu vida.

El chico sopesó mejor en sus posibilidades y en lo que estaba arriesgando, su vida. Se miró sus manos desnudas bajo la tenue luz de una simple bombilla y se preguntó si tendría la fuerza y concentración necesaria para poder hacerlo. Era fácil decirlo, pero no era lo mismo en la situación del chico.

        Cerró los ojos. Pensó que él era capaz de hacerlo. Se lo debía a sí mismo. Era capaz.

—Lo haré.

La sonrisa escalofriante de la chica dejaba claro que había conseguido lo que quería.

~ALBA~